lunes, 14 de noviembre de 2016

Happy birthday, mr. Young


Ayer fue el cumpleaños de Neil Young.

Quiero celebrarlo ahora, que felizmente está con todos nosotros, creando, recreando, siendo él, promoviendo Pono (una forma de codificación digital de la música y un sistema de reproducción que busca recuperar el sonido analógico), intentando mejorar las maquetas ferroviarias, ayudando a Centros en los que se atiende a quienes, como su hijo Ben, tienen severos problemas de salud. Poniendo voz a muchas causas. Dando pistas acerca de cómo se construye una cosmovisión compleja desde mediados del siglo pasado.

Quiero celebrarlo ahora, cuando por una cuestión biológica indeclinable, nuestros referentes culturales mueren y en el tropel de las redes se confunden quienes sienten la pérdida de algo de ellos mismos con los que se apuntan (barato, barato) a un perfil o imagen que nunca cultivaron ni disfrutaron.

Todo hubiera pasado aunque no hubiera estado Neil. Pero no nos sería tan fácil de entender. Pero, eso sí, hay que intentar entenderlo en su propia lógica, no en la nuestra.

Antibelicismo, americanismo, indigenismo, ruralismo, ecologismo, hipismo. Etiquetas, que, como todas las representaciones reduccionistas, nos ayudan a comprender, pero no pueden explicarlo todo. Neil Young es un claro representante de todas estas sensibilidades, pero no hace bandera o pancarta de ellas. Lo demuestra como corresponde: con vida y obra.

Creo que Neil Young representa una lección de integridad, no porque no haya cometido errores, no porque siempre haya mantenido las mismas posiciones, sino porque hace las cosas con honestidad, con verdad, como tantos otros artistas, que lo son precisamente por eso. Esa honestidad que aprecio se compone de algunos valores que nos pueden servir de guía de visita a la aportación cultural de Neil Young.

Rebeldía. Motor city. Esa actitud de no conformarse con las cosas que no te parecen bien, sobre todo si van en contra de la ética de lo colectivo.
RiesgoHey, hey, my , my. La vida cerca de la crisis permanente. Es mejor quemarse de una vez que apagarse lentamente.
Raíces. Country home. Madre tierra. Exaltación de la vida rural.
Compromiso. Ohio.  No hay que dejar de hacer cosas que pueden perjudicarte, si crees que con ellas puedes ayudar a otros.
Libertad. Keep on rockin’ in the free world.  Para explorar los caminos, para equivocarse, para reentenderse, para no tener ataduras.
Amor. Cinnamon girl. Quienes hemos tenido a nuestra chica canela sabemos a lo que se refiere Neil.
Sensibilidad. Old man. La dedicó a Louis Avella, el cortijero de la finca que compró a los 24 años, tras el éxito de sus primeras obras.
Bondad. Heart of gold. Especialmente pegada a mi historia personal. Resonaba en mis oídos el año en que conocí Rodalquilar (1972)

Y ahora, el temazo de actualidad: ¿cuál es la posición política del amigo Neil?.
En una democracia madura, como la estadounidense, se producen cosas paradójicas a los ojos de un europeo del sur.
En primer lugar, no hay una única forma de ser de los USA. Sin tener la diversidad de identidades del continente europeo, propia del “espesor” de nuestro proceso histórico, en Estados Unidos conviven grupos sociales e identidades territoriales muy contrastadas entre la costa y el interior, entre el sur y el norte, entre la costa este y la oeste, entre las ciudades y el mundo rural. La cohesión, que no identidad, de los pueblos unidos bajo la forma institucional de USA, viene de lo que podríamos llamar una epopeya fundacional en tres actos: contra la metrópoli; contra la tiranía y la esclavitud; en la ocupación del territorio: independencia, libertad y cultura territorial.  
En segundo lugar, las elecciones presidenciales no cumplen exactamente el mismo papel de confrontación ideológica que en un país europeo como el nuestro. De hecho, se parecerían más a unas elecciones europeas, en el sentido de distancia, de lejanía, de espectáculo, de virtualidad. La democracia estadounidense se pone de manifiesto en la implicación ciudadana en las políticas locales, en el control de los representantes territoriales, en una posición ética ante los conflictos, en un alto pragmatismo en la definición de los propios intereses.
En tercer lugar, en estas elecciones concretas, una mayoría del electorado ha tenido que elegir entre dos opciones bastante odiosas: un multimillonario del sector inmobiliario con rasgos antisistema y poses o actitudes misóginas, racistas e intolerantes, contra una genuina representante de la élite política y económica, de la ortodoxia y la corrección política.
Ya conocemos el resultado, pero seguramente no estamos muy en condiciones de hacer un análisis de su significado. Y ello, porque a pesar de despreciar a los estadounidenses por su supuesta incultura y su ignorancia de las cosas del mundo, la nuestra respecto a los USA no es menor.
Neil Young ha apoyado firmemente a Bernie Sanders, que finalmente tuvo que ceder ante Hillary Clinton en la candidatura demócrata. Como antes había apoyado a Obama (hasta explícitamente, en un tema de su álbum Living with war, alegato contra Bush y la guerra de Iraq).
En los últimos tiempos, ha circulado por distintos medios digitales una foto de Young con Donald Trump (podéis verla en el enlace que se inserta más abajo). La foto, con un Trump que todavía no era candidato, corresponde con un acto en el que Donald se convirtió en inversor en Pono, la iniciativa de Young para recuperar los sonidos perdidos en la era digital.
Donald Trump eligió el Keep on rockin' in the free world como música de sus actos electorales, para desesperación de Neil Young, que llegó a insultarlo en alguna de sus actuaciones.
En ese mismo artículo, se aclara lo que en su día se dijo de su supuesto apoyo a Reagan.
Pero lo realmente importante de la proyección pública de Neil Young es su fidelidad a los valores a los que me refería en principio, y a su forma de manifestarlos en su escenario concreto. Ésta es la identidad política de Neil Young, la que debería importarnos. La de un canadiense que nunca ha querido nacionalizarse en las USA: su americanismo está por encima de las fronteras. La de un hippie que invierte sus primeras ganancias en un rancho y recrea todos los mitos rurales de la contracultura. La de un aficionado a las maquetas ferroviarias (el ferrocarril es la gran metáfora de la expansión hacia el oeste, y simboliza como ninguna otra cosa la dimensión territorial de la epopeya fundacional de los USA). La de un emprendedor con una batalla quijotesca contra los controladores de la distribución digital de la música. La de un aliado de la identidad y los derechos indígenas. La de un luchador por la libertad y los derechos civiles.
Y eso sin hablar de su música. Un gran tipo.