La adquisición por
parte de la Excma. Diputación Provincial de Almería del núcleo
arquitectónico del cortijo del Fraile y 30 ha de terreno en sus
inmediaciones constituye un hito determinante en la historia reciente
de este apreciado inmueble y entorno. Cabe esperar, cabalmente, que
este movimiento institucional sea el preámbulo del conjunto de
acciones necesarias para convertir un resto deteriorado en un activo
patrimonial.
También se advierten
algunos elementos inquietantes sobre cuya evolución merecerá la
pena adoptar una actitud rigurosa y colaboradora, que contribuya a su
efectiva superación.
Aunque pueda parecer
pretenciosamente autorreferencial, debo llamar la atención sobre los
fundamentos conceptuales desde los que se escriben estas páginas.
Pueden leerse aquí y aquí .
En un breve resumen:
nuestra sociedad arrastra un problema de organización institucional,
que dificulta su correcto funcionamiento. En particular, este
problema se pone de manifiesto en el enfrentamiento a procesos
complejos, que difícilmente se dejan manejar por cada una de las
instancias institucionales por separado. Requieren, por lo general,
el acuerdo o colaboración entre distintas instituciones públicas,
además de la colaboración público/privado/colectivo. La creación
de estos espacios de colaboración es una tarea previa e
imprescindible para el éxito de la intervención en estos procesos
complejos. El del cortijo del Fraile lo es.
Nuestros antecedentes
no son demasiado halagüeños. Por citar solo un proceso en el que
estuve directamente implicado, el Plan de Gestión de la Movilidad
Sostenible del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, aprobado por
unanimidad en la Junta Rectora de ese espacio protegido, permanece
inédito (no se ha aplicado ninguna de sus medidas), mientras los
problemas de movilidad en ese espacio se manifiestan de una manera
cada vez más preocupante. Desde luego, no puedo decir que ese
resultado (la absoluta inutilidad del plan) fuera una sorpresa. En
ese documento estratégico se señalaban dos carencias amenazantes:
no existe un modelo ni estrategia territorial al que las iniciativas
de movilidad puedan referirse; no existen espacios institucionales
donde pueda darse la coordinación entre todas las administraciones
concernidas en el impulso de las acciones descritas en el Plan.
(págs. 6 y 59)
Además
de la adquisición, la institución provincial ha iniciado un proceso
de acción pública sobre el cortijo del Fraile, con la contratación
de los servicios profesionales para la elaboración de un Plan
Director, como paso previo y necesario a las intervenciones
materiales encaminadas a la rehabilitación y puesta en uso del
inmueble. Hay que destacar lo pertinente y acertado de este paso
previo, no solo porque debería permitir documentar y clarificar
opciones antes de tomar decisiones de obra, asignación de nuevas
funciones y establecimiento de un modelo de gestión, sino porque
podría permitir una comunicación y dinamización social,
imprescindibles para la éxito de las iniciativas posteriores.
No
obstante, entrando en el detalle de este proceso, ya iniciado,
algunos de sus rasgos mueven a la inquietud. Destacaré tres.
Respecto
al primero, me puedo permitir el comentario que sigue porque es
conocida mi beligerancia contra los prejuicios gremiales y mi
decidido apoyo a la transdisciplinariedad. Desde ese punto de vista,
el requisito en la convocatoria para la adjudicación de la
elaboración del Plan Director de que los licitadores deben ser
estudios de arquitectura me parece sospechosamente reduccionista: lo
único que hay que “construir” en este momento del proceso son
acuerdos (conceptuales, institucionales, sociales...), para lo que
las habilidades necesarias no son precisamente las de un estudio de
arquitectura.
En
segundo lugar, los tiempos asignados al proceso de trabajo del Plan
Director son tan limitados que difícilmente permitirán desarrollar
adecuadamente la Documentación e Interpretación de un elemento tan
rico y complejo como el cortijo del Fraile. Tampoco facilitarán la
comunicación y dinamización social necesarias a las que se ha hecho
referencia. El estrecho marco temporal de la fase de “participación”
parece abocarlo a la típica “faena de aliño” para cumplir el
trámite.
Por
último, la comunicación institucional de la Diputación Provincial
viene insistiendo desde que se produjo la adquisición de la finca en
que la finalidad de su rehabilitación es albergar un Museo
Provincial del Cine, lo que parece claramente extemporáneo. Esta
anticipación sitúa esa iniciativa en el capítulo de las
“ocurrencias”, precisamente por haberse formulado antes de que se
produzca el proceso de cualificación científica, técnica,
institucional y social que la elaboración del Plan Director debe
hacer posible. Aunque la utilización del cortijo del Fraile para
rodajes cinematográficos es un aspecto destacado de la construcción
de la “imagen” del cortijo, que acaba constituyéndolo en un
icono paisajístico, es evidente que el cortijo y su entorno tienen
otras muchas cosas que contarnos.

Estos
primeros pasos institucionales apuntan a un proceso de “puesta en
valor” de un recurso prometedor, para su definitiva constitución
como un activo patrimonial que ofrezca bienes y servicios a la
comunidad. En consecuencia, conviene repasar cuáles son las etapas
de ese proceso de formación de valor, y cómo operan en el caso del
cortijo del Fraile. La explicación conceptual y metodológica de
estas etapas puede consultarse aquí.
1º:
Documentación
El “relato”
convencional sobre la identidad del cortijo del Fraile hace
referencia a los frailes dominicos, al crimen de Níjar y su derivada
lorquiana y al rodaje de una docena de películas, entre las que
destacan dos clásicos de Sergio Leone. Los siguientes items
en relación con el cortijo y su entorno quedan prácticamente
inéditos:
Geológico-mineros
La condición
geológica de la caldera volcánica de la Lomilla, los procesos de
alteración hidrotermal que forma los filones y diques metalizados y
cómo influyeron en todas las explotaciones mineras y metalúrgicas
que se han desarrollado en el entorno.
Agronómicos
Las condiciones
hidrológicas, litológicas y edáficas que convierten el paraje en
un lugar idóneo para la producción primaria, su orientación al
complejo agrosilvopastoril del cereal de secano y el despliegue de
sus artefactos característicos.
Historia
económica
La secuencia desde
la ganadería trashumante a la agricultura, vinculada a la mejora de
la defensa de la costa y el apaciguamiento del secular enfrentamiento
con el imperio otomano y sus regencias berberiscas, la vinculación
del arrendamiento de los pastos al mantenimiento del sistema de
defensas de la ciudad de Almería, la asignación al convento de
Santo Domingo de la finca donde se sitúa el cortijo del Fraile, la
tensión entre absolutistas y liberales a lo largo del XIX, con
procesos desamortizadores que permitirán la configuración del gran
latifundio del cortijo del Fraile, a costa de la desarticulación del
régimen comunal, la decadencia de la efímera burguesía almeriense,
la aparcería, la colectivización durante la guerra civil y el
progresivo abandono de la explotación primaria del cortijo, en el
contexto del abandono del hábitat rural diseminado de los secanos de
Níjar por la atracción de los poblados de colonización.
Territoriales
El patrón de
asentamiento diseminado, conformado por cortijadas con una cierta
equidistancia, que señala el umbral de terreno necesario para la
supervivencia del clan, la integración orgánica de la edificación
con las funciones primarias de este manejo de los secanos, los
singulares rasgos de una arquitectura vernácula que expresa las
limitaciones de elementos constructivos
Paisajísticos
El cortijo del
Fraile y su entorno atesoran todos los significados de estos aspectos
deficientemente documentados. El paisaje es la puerta de entrada a
los significados del territorio: contiene un importante potencial
narrativo cuyo esclarecimiento y activación debería incorporarse a
los propósitos estratégicos de este proceso de adquisición de
valor.
Interpretación
De las múltiples
facetas significantes del cortijo, como testigo de unos siglos
cruciales en la construcción del orden territorial en Cabo de Gata y
el campo de Níjar, solo unas pocas funcionan en el “debate”
social. Muy destacadamente, su vinculación con las resonancias
literarias de los hechos del crimen de Níjar y su aparición en
distintos rodajes cinematográficos. Incluso en estas, que a día de
hoy constituyen sus campos semánticos funcionales, la aproximación
de interpretación es superficial y con déficit de documentación.
Una interpretación de calidad solo es posible sobre una
documentación de calidad, y esa premisa no se cumple. Parecemos
condenados a operar sobre el cortijo como si ya supiéramos todo lo
que hay que saber, cuando es evidente que no es así. Los plazos que
establece el Pliego para la redacción del Plan Director no permiten
que se produzca una aportación significativa durante su elaboración.
Comunicación
La
conversión de un elemento territorial prometedor en un patrimonio operativo
exige un nivel de vinculación social, que hay que gestionar y
estimular de una manera planificada y rigurosa, mediante acciones
cuyo desarrollo temporal no caben en un curso de acción de
planificación como el Plan Director. El tiempo que ha transcurrido
entre la adquisición y el inicio de este proceso de planificación
era el idóneo para estimular el debate social, y para preparar a la
sociedad para la recepción de un nuevo activo patrimonial. La
ausencia de este proceso, que en ningún caso puede suplirse con la
participación en la elaboración del Plan Director va a lastrar de
una manera determinante el futuro de este elemento destacado de
nuestra identidad.
Intervención
Esta fase se
caracteriza por distintas acciones proyectuales, de obra, de
adecuación funcional, de dotación, para unos propósitos que deben
clarificarse y jerarquizarse en el Plan Director, que, como hemos
comentado, va a desarrollarse con importantes déficits en las tres
primeras fases. No hay ninguna duda de la solvencia de las
administraciones públicas para la gestión de esta fase. La
licitación y contratación pública de obras y servicios forma parte
de las actividades más tradicionales de los poderes públicos, y,
desde luego, por motivos fundacionales, de la Excma. Diputación
Provincial. Sin embargo, los procesos de activación patrimonial
tienen unos requerimientos específicos: la intervención debe ser
consecuencia de la tres fases anteriores, y debe orientarse al
cumplimiento de los objetivos de la siguiente, la gestión. La fase
de intervención es la menos autónoma de todas. En cambio, con
frecuencia, se impone una dinámica inercial por la que la obra o
dotación acaban adquiriendo autonomía por el simple hecho de que es
lo que se sabe hacer. La experiencia reciente del Museo del Realismo,
con una negación del conjunto edilicio que lo acoge, cuyos
significados e interpretación son ignorados por la adecuación al
nuevo uso, no nos permite ser demasiado optimistas.
Gestión
La voluntad de
conformar un espacio de convergencia y colaboración institucional
(con otras administraciones públicas, con instituciones culturales,
sociales, empresariales o financieras) y el avance en su efectiva
constitución deberían ser previos a cualquier planteamiento
estratégico o director. Su liderazgo debería corresponder a la
Excma. Diputación, como titular del inmueble, y por ser la
institución pública que ha iniciado de forma decidida el proceso.
El hecho de que se haya iniciado la elaboración del Plan Director
sin crear ese espacio supone, en sí mismo, un elemento de inquietud.
La experiencia me permite observar que cuando una institución
pública se convierte en propietaria de un bien, tiene una
irrefrenable tendencia a actuar como propietaria, y no como
institución pública. No creo que haya que extenderse demasiado en
la explicación de que el marco jurídico-administrativo en el que
debe darse la intervención en el cortijo del Fraile ha de establecerse con la participación de la Consejería de Cultura, en
virtud de la catalogación como BIC del inmueble y de gran parte del
equipamiento productivo de la finca y de la declaración de Paisaje
Cultural de la zona minera de Rodalquilar; de la Consejería
competente en medio ambiente, por su destacada presencia en el
territorio afectado por la declaración de Parque Natural, Reserva de
la Biosfera, Geoparque; y del Ayuntamiento de Níjar, como
administración civil y territorial básica, que debe canalizar las
aspiraciones culturales, sociales y económicas de los actores
locales. Y esto, hablando solo de los actores públicos. Los actores
sociales y privados son igualmente relevantes.

Como mi vinculación
con la zona y sus estrategias de desarrollo es conocida, con
frecuencia se me pregunta qué usos o funciones creo yo que debería
albergar un nuevo cortijo del Fraile rehabilitado y puesto en valor.
Por supuesto, tengo mis ideas, pero lo que las distingue de las
ocurrencias es que esas ideas provienen de una práctica
técnico-profesional que toma en consideración las debilidades y
carencias del territorio en el que el cortijo comparece. Normalmente,
me apresuro a atender a esas preguntas apuntando que antes de decidir
el “qué”, deberíamos considerar el “para qué”.
La activación
patrimonial del cortijo del Fraile es una oportunidad para que
nuestra comunidad y sus instituciones intervengan en procesos de
deterioro, desbordamiento y enajenación que están comprometiendo el
valor y atractivo de una zona (Cabo de Gata, el campo de Níjar),
sometida a unos flujos de visita inadecuados en el tiempo, el espacio
y la motivación. El pequeño sistema productivo local, que se basa
en la acogida a esos visitantes (turistas, viajeros, excursionistas,
residentes ocasionales o permanentes) tiene unas carencias y
debilidades que reclaman la acción colaboradora de los poderes
públicos, en la gestión del valor de sus atractivos y en la
modulación del flujo de visitantes para que se adecuen a las
condiciones y valores de este territorio. También en la superación
de sus debilidades. La intervención en el cortijo del Fraile se
presenta, así, como una oportunidad única e irrepetible.
Cuando, como
sociedad, nos enfrentamos a retos exigentes, nos retratamos. La
colección de retratos que estamos dejando serán analizados de una
manera crítica por las futuras generaciones. Componen una muestra
“pictórica” fiel de nuestras capacidades y limitaciones
colectivas, cuyo realismo les haría merecedoras de ocupar una sala
en el MuReC.