Esencia y simbolismo del cortijo del Fraile. Una aproximación histórica
En el llano sedimentario intracaldera que ocupa el cortijo de El Fraile se produce un contacto litológico mágico: las dacitas y andesitas volcánicas aportan sedimentos por el sur, levante y poniente. Un complejo arrecifal carbonatado hace su aportación por el norte. Los sedimentos generados a partir de roca madre de origen volcánico son ricos en nutrientes y muy reverdecientes por su condición ferruginosa, pero son sensiblemente impermeables, lo que dificulta el desarrollo horizontal del suelo. Los que provienen de carbonatos son ricos en calcio, muy porosos y sumamente permeables. La unión de ambos sedimentos constituye un sustrato excepcional, equilibrado y de gran aptitud agronómica.
En el llano sedimentario intracaldera que ocupa el cortijo de El Fraile se produce un contacto litológico mágico: las dacitas y andesitas volcánicas aportan sedimentos por el sur, levante y poniente. Un complejo arrecifal carbonatado hace su aportación por el norte. Los sedimentos generados a partir de roca madre de origen volcánico son ricos en nutrientes y muy reverdecientes por su condición ferruginosa, pero son sensiblemente impermeables, lo que dificulta el desarrollo horizontal del suelo. Los que provienen de carbonatos son ricos en calcio, muy porosos y sumamente permeables. La unión de ambos sedimentos constituye un sustrato excepcional, equilibrado y de gran aptitud agronómica.
Este llano sedimentario, integrado en el conjunto de El
Hornillo, alberga en su subsuelo un acuífero detrítico de alimentación local,
de reservas moderadas, pero suficientes para las explotaciones de baja
intensidad que se han producido a lo largo de la historia. Los pozos de La
Tórtola, el Fraile, Requena, el Madroñal, el Higo Seco, y las norias de Fernán
Pérez (8) y Los Martínez, son los testimonios de la presencia de este acuífero,
mientras que los numerosos aljibes ponen de manifiesto que no hay que dejar
perder el agua de lluvia.
Antes de ser poblado, ya entrado el siglo XIX, el Hornillo
había sido desde época califal un “invernadero”, un lugar donde llevar a pastar
en invierno los rebaños de las sierras de lo que más tarde sería el reino de
Granada. Desde la Reconquista, la administración de estos herbajes del campo de
Níjar correspondía al concejo de la ciudad de Almería, que destinaba lo
recaudado por su arrendamiento al mantenimiento de las murallas de la ciudad. A
mediados del XVIII la villa de Níjar crea su propio concejo, que desde ese
momento administra estos bienes pecuarios. El Fraile era el nombre que recibía una de las
majadas concejiles, seguramente en referencia a los frailes veedores,
encargados de la administración de los rebaños de la Mesta del Reino de
Granada, y estaría emparentado con el resto de los topónimos de la trashumancia
(cerro del Fraile, Boca de los Frailes, Pozo de los Frailes, Cortijo de la
Veedora, Loma del Bobar, Majada de las Vacas).
Durante el s. XIX, una serie de acontecimientos ponen fin al
ciclo ganadero, estimulando la colonización agrícola de los campos de Níjar.
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El decaimiento de los derechos de la Mesta, y su
posterior extinción.
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El fin de la inestabilidad geopolítica en el
Mediterráneo Occidental, que venía fraguándose desde finales del XVIII.
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La constitución de los municipios españoles
(1822, 1833).
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Sucesivas desamortizaciones, en especial la que
afecta a la privatización de montes comunales o de propios (1855).
Se desarrolla un modelo territorial que se adapta a las
contrastadas condiciones ambientales y agronómicas de esta esquina peninsular,
y cuyas principales características son:
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Es un modelo agrosilvopastoril, es decir,
gestiona integradamente cultivos, aprovechamiento de monte y ganadería
estabulada o semiestabulada.
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La principal orientación agrícola es la
cerealista, especialmente cereal de secano (de invierno), para lo que se
despliega un conjunto muy significativo de equipamientos productivos.
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La preparación del terreno mediante
aterrazamiento con balates, las eras, trojes, graneros y hornos son los
principales elementos de este equipamiento.
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Otros cultivos complementarios son los frutales,
en el borde de las paratas (olivo, almendro, higuera) y pequeños enclaves de
huerta donde hay posibilidad de irrigación (junto a pozos, norias o aljibes).
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La baja intensidad de las explotaciones produce
un patrón de poblamiento de cortijos o cortijadas rodeadas de grandes vacíos
entre ellas (la superficie necesaria para la reproducción de las funciones de
estas unidades).
Es un modelo colonizador, de ocupación de un espacio hasta
entonces vacío. La superación de la ganadería, muy enraizada en el Antiguo
Régimen, no supone un exponente de modernidad. Al contrario, el tipo de
estrategia agrícola de subsistencia en estos terrenos, “al filo de la navaja”
por motivos climáticos, se emparenta con las prácticas de la revolución
agrícola del neolítico.
En el mapa de Felipe Krame de 1735 se indica la existencia de una plantación de viña en este paraje, que estaba bajo la custodia de los dominicos de Almería. Unos años después, en el catastro de Ensenada aparece la descripción de la finca, en el paraje del Hornillo, dejando constancia de una edificación de pequeñas dimensiones. La finca del Fraile, con las edificaciones que hoy conocemos, data del último tercio del XIX. La capilla se
consagra en 1867, cuando la finca había recaído mediante diferentes procesos desamortizadores (Mendizábal en 1835-6 y Madoz en 1854-56) en la familia Acosta Oliver, desde las primeras adquisiciones de José María Acosta Bejarano, casado con Isabel Oliver y Cueto, de una adinerada familia virgitana. Las desamortizaciones de montes de propios en esta época
(a partir de 1855) están en el origen de las grandes propiedades que se
organizan en los campos de Níjar, que acaban en manos de la burguesía
almeriense, que después de enriquecerse con negocios mineros y de exportación
portuaria, habían vuelto a la propiedad de la tierra. El Fraile y El Romeral
son ejemplos característicos de inversiones agrarias por parte de familias
burguesas de la capital. Son la versión nijareña de las grandes
transformaciones agrarias en torno al Canal de San Indalecio en el valle bajo
del Andarax, donde esa efímera burguesía, devenida oligarquía agraria,
desarrolla sus proyectos y su arquitectura representativa.
En los Campos de Níjar, estas fincas, de propietarios
absentistas almerienses, se desarrollan según un modelo proyectual, técnico e
ilustrado, y suponen unos islotes de modernidad en un océano neolítico. Esta
dualidad de la estructura agraria nijareña, de pequeños propietarios en
cortijadas dispersas con un horizonte de subsistencia, conviviendo con grandes
explotaciones conectadas con mercados exteriores, será una constante hasta la
llegada de la Colonización del siglo XX.
La traza, organización y desarrollo del programa productivo
del cortijo lo diferencian claramente del resto de cortijos y cortijadas de su
entorno territorial (Montano, la Cortijada, La Tórtola, el Campillo de doña
Francisca, Requena, el Madroñal). La capilla es su elemento arquitectónico más
singular. Pero, reconociendo esa singularidad, lo cierto es que su equipamiento
productivo (eras, norias, pozos, aljibes, chiqueras) es común al resto de
asentamientos rurales de baja densidad. Las condiciones agroambientales y las
necesidades de la estrategia productiva se imponen y contribuyen de esta manera
a crear una ambigüedad no suficientemente clarificada: ¿es el cortijo del
Fraile un elemento representativo de la arquitectura rural nijareña o una
singularidad en ese contexto?.
La respuesta a esta ambigüedad es relativamente sencilla.
La finca del cortijo del Fraile comparte con el resto de las
explotaciones de su entorno la dedicación a un modelo agrosilvopastoril de base
cerealista y un marco territorial que obliga a soluciones comunes respecto al
agua. En cambio, se diferencia del resto de las explotaciones agrarias del
entorno por su tamaño, su traza, su capitalización, su división del trabajo,
las relaciones salariales entre propietarios, cortijeros y asalariados, y,
especialmente, por su orientación a la generación de excedente, es decir, por
su condición comercial.
En este marco social se desarrollan los hechos que dan lugar
al conocido como “crimen de Níjar”. Dos familias se ponen de acuerdo en casar a
sus hijos para reforzar la posición del clan en el control y explotación de
fincas. La boda había de celebrarse en el cortijo de El Fraile. El pragmatismo
y la lógica del clan chocan con los sentimientos de la contrayente, que decide
huir con su verdadero amor. Es la rebelión de la libertad individual, encarnada
por la novia, contra los designios utilitarios del clan. Pura modernidad, que,
sin embargo, es truncada por la sangre. En una tierra donde la modernidad
parece maldita, desde el fracaso del Embalse de Isabel II. Donde tanta
modernidad frustrada ha acabado generando una especie de unamuniano sentimiento
trágico de la vida, expresado en dichos populares como “aquí se estrellan los
talentos” o en un cáustico “¿en qué acabará esto?” que suele expresarse en los
momentos de gozo o bonanza.
Carmen de Burgos, tan sensible con los temas propios de la
modernidad deseada para España, y, muy especialmente con los de la liberación
de la mujer, encuentra en estos hechos motivo de inspiración en su obra “Puñal
de Claveles”, esencialmente fiel a los sucesos del crimen de Níjar, pero
construida narrativamente para subrayar la permanencia de una España profunda
que no está dispuesta a aceptar la libertad individual, la libre expresión de
los sentimientos.
Federico García Lorca conoce los hechos a través de la
prensa, durante su estancia en la Residencia de Estudiantes. Los titulares que
dan cuenta del suceso sirven para estimular una reflexión lorquiana sobre amor
y muerte, en el marco de una pasión rural mediterránea. Un planteamiento mucho
más universal, que no adquiere deudas con el relato de los hechos ocurridos en
las inmediaciones del Cortijo, sino que se vale de ellos para proyectar una
gran tragedia teatral: Bodas de Sangre. Curiosamente, el reproche castizo
insiste en que Lorca no estuvo en el cortijo, ni lo conocía, como si eso
restara algo de valor a la producción teatral.
El Cortijo del Fraile ya está en el mapa, a través de la
obra de Lorca y de la enorme proyección internacional de su figura.
Pero no acaba ahí su historia. Durante la Guerra Civil, en
el cortijo de el Fraile se asienta una colectividad agrícola
anarcosindicalista, hecho prácticamente indocumentado, y residenciado, a día de
hoy, en memorias personales de niños de la época, afortunadamente aún entre
nosotros.
Para cerrar el acercamiento histórico, hemos de reseñar la
importante historia minera de la finca donde se ubica el cortijo. Esta finca se
extiende hacia levante hasta las inmediaciones del pueblo de Rodalquilar,
incluyendo en su perímetro gran parte del cerro del Cinto, epicentro de la
explotación aurífera a cielo abierto de la última etapa de minería pública a
cargo de la Empresa ADARO, del Instituto Nacional de Industria. También incluye
el barranco de la Felipa, donde se situó la conocida como planta de Abellán, y
el cerro de la Cruz, donde se encuentra la planta María Josefa, ambas de
amalgamación por mercurio, y primeros antecedentes de la actividad metalúrgica
en el coto minero de Rodalquilar. Pero lo más destacado del equipamiento minero
de la finca es la planta Denver, planta de cianurización que se encargó de la
elaboración de oro desde 1956 a 1966, año del cierre minero, situada en la zona
más oriental de la finca, que linda con la finca pública de Rodalquilar.
El último episodio minero es el de la empresa St.Joe
Transaction, que obtuvo un permiso de investigación minera en 1987, y que hasta
1990 estuvo tratando distintos estériles de la actividad minera pasada en una
planta de lixiviación situada dentro de la zona agrícola de la finca del cortijo
del Fraile. De hecho, la balsa de lixiviación forma actualmente parte del
sistema de riego de la finca.
Estos son los
principales ítems del ser del cortijo del Fraile. Su
interpretación simbólica es compleja, y sujeta a diferentes relatos o
narrativas. Me interesa aquí destacar su papel pionero, su condición de
frontera de la modernidad, que se expresa en el paso de la ganadería estacional
a la agricultura, en el gran conflicto moderno que subyace en la historia del
crimen de Níjar, en su vinculación con los distintos ciclos minero-metalúrgicos
del distrito aurífero de Rodalquilar y en la utopía libertaria de la
colectividad agrícola durante la guerra-revolución.
Seguramente el trance que ahora nos ocupa supone una nueva
frontera, esta vez entre la modernidad y la posmodernidad: el tránsito de una
sociedad absentista que construye instituciones huecas a otra sociedad, convocada al protagonismo y
reclamada como actor imprescindible del reencuentro con la identidad y con la
memoria a través de su patrimonio.
Excelente recorrido. Me ha interesado mucho el apunte que haces de la coexistencia de grandes propiedades burguesas y del pequeño campesinado en la colonización privada del Campo del siglo XIX. Habría que indagar en su funcionalidad. Tu texto es un boceto que anticipa la posibilidad de construir un relato más completo del Cortijo del Fraile (más allá de su carácter como lugar lorquiano). Para ampliarlo te sugiero que le sigas la pista a la sucesión de propietarios después del experimento revolucionario de la guerra civil. Desde uno de los jerarcas más importantes del franquismo almeriense, hasta una empresa en la que tuvo parte uno (el) de los personajes claves de la transición política en España; para terminar en manos de una empresa representativa del agrobusiness levantino. Unos traspasos que encarnan los cambios de escala de un lugar que se carga con múltiples significados. Ánimo, con ello, Rodolfo. El patrimonio es un relato y nadie como tú para construirlo con calidad y riqueza de matices.
ResponderEliminarApasionante relato, gracias Rodolfo.
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